A los amigos de la libertad José María Aznar La amenaza hoy no son los misiles soviéticos sino las bombas terroristas Hoy es 9 de noviembre. Más o menos a esta hora, hace 15 años, miles de berlineses escalaron el despreciable Muro que por décadas los mantuvo marginados de la libertad, dignidad y prosperidad que existía al otro lado de la calle. Pienso que la caída del Muro de Berlín no sólo significó el final de la Unión Soviética y del telón de acero sino mucho más. Marcó la desaparición de toda una manera de pensar. El fin de un sistema y de toda la ideología socialista. El fin de la utopía colectivista, de toda la ideología constructivista que para Hayek estaba plagada de “fatal arrogancia”. Eso es lo que fracasó el 9 de noviembre de 1989. Todos aquellos que creían y continúan creyendo que la igualdad es más importante que la libertad también fracasaron. Aquellos que no creen en la capacidad del ser humano de encontrar la felicidad con sus propios recursos y habilidades, fracasaron. Aquellos que no creen que una sociedad donde cada individuo encuentra su propia prosperidad es aquella donde todos sus miembros son más prósperos –incluyendo a los que se rezagan–, fracasaron. En pocas palabras, todos los que desconfían del libre mercado, del derecho a la propiedad y de la iniciativa individual, fracasaron. Por eso, muchos prefieren no darse por aludidos el 9 de noviembre. Queridos amigos: yo nací en 1953 y al crecer, en 1968 y en los años 70 fui testigo de cómo muchos líderes anunciaban que el futuro era la distensión. Insistían que era posible coexistir al lado del bloque soviético y mantener un diálogo. Buscaban excusas para no encarar dos hechos. Primero, que millones de personas estaban esclavizadas al otro lado del Muro. Segundo, que el Muro no se quedaría en su sitio, sino que la intención era que avanzara. Lo vimos en Cuba (donde lamentablemente continúa), en Nicaragua, en Africa, en Asia y en Afganistán. Felizmente no lo experimentamos en Europa porque las tropas aliadas no retrocedieron después de 1945 y permanecieron para defender a Europa. Estamos reunidos aquí esta noche para rendir honores. Y nuestros primeros pensamientos van a las víctimas del comunismo, casi 100 millones que fueron asesinados o se les dejó morir, desde 1917. 21 millones murieron en Rusia y Europa Oriental. Miles no perdieron la vida, pero sí la libertad y sin ella todo lo que a un ser humano le permite alcanzar la felicidad y la dignidad. Muy pocos tuvieron la fuerza y la valentía para retar al sistema desde dentro del mismo Gulag. Por eso tenemos que mencionar a Alexander Soljenitsin, Andrei Sajarov y Elena Bonner. También tenemos que proclamar los nombres de Vaclav Havel, Lech Walesa, Adam Michnik, Tadeusz Mazowiecki y tantos otros que no bajaron la cabeza ni en la cárcel ni bajo tortura. Tuvieron la dignidad para resistir y la fuerza para triunfar. Esta noche tenemos que mencionar también al Papa Juan Pablo II. Su presencia en Polonia y por toda Europa Oriental debilitó a regímenes que ya estaban podridos. Tenemos que recordar también a los intelectuales que no se plegaron a la corriente prevaleciente en Europa. Campeones de la libertad como Friedrich Hayek, Karl Popper y Ludwig von Mises, quienes dedicaron todas sus energías a demostrar que la libertad es moralmente superior a la ideología socialista. Y lo probaron. Como esta noche la dedicamos a quienes jugaron un papel importante en la Revolución por la Libertad durante los años 80, le rendimos un tributo muy especial al presidente Ronald Reagan. Reagan junto a Margaret Thatcher y otros líderes del mundo libre decidieron no intentar un diálogo con el comunismo para tratar de contenerlo. Sabían que los totalitarios interpretan cualquier diálogo como una concesión y cada concesión hace crecer la amenaza. Se mantuvieron firmes. Desplegaron la defensa requerida por Europa para igualar las armas soviéticas. Desarrollaron tecnologías con las que los comunistas no podían competir. Debemos recordar también la inmensa campaña desarrollada para ridiculizar a Reagan. Fue atacado sin misericordia. Cualquier otro hubiera tirado la toalla, pero Reagan no. La propaganda socialista lo acusó de belicista, pero logró la paz para nosotros. Esta noche rendimos honores a Ronald Reagan, quien jugó un importantísimo papel en el triunfo de la Revolución de la Libertad. FAES, la fundación española que me honra presidir, está organizando una serie de conferencias conmemorativas. Creo que debemos hacerlo todos no sólo para recordar el pasado, sino para asegurarnos que ese espíritu no nos abandone. La amenaza hoy no son los misiles soviéticos sino las bombas terroristas. No se trata de una amenaza menos peligrosa y las aspiraciones del enemigo no son menos grandiosas: ven la libertad como el enemigo. Fuimos testigos el 11 de septiembre en Nueva York y el 11 de marzo en Madrid. Les recuerdo que la pacificación fracasó contra el totalitarismo nazi. No funcionó contra el totalitarismo comunista. Y seguro que no serviría contra en totalitarismo islámico. Esa es la lección que debemos recordar de la Revolución de la Libertad de los años 80. Este artículo es la traducción del discurso pronunciado en la cena de la Atlas Economic Research Foundation de Washington, al cumplirse 15 años de la caída del Muro de Berlín.
jueves, noviembre 11, 2004
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